Un morango encarnado
en el hígado
cosechado con las manos
ácidas del tiempo
floresta agridulce que
no termina
sabor a manos nuevas
y a cuentos viejos
surtido de guerra, de
bombas de helado, de
cariño frío
casi una lágrima caída
de ese ojo rojo
sonrisa perdida mezclada
con tus pechos
es un cuento largo
que sigue aunque muera