Vivo en un país pequeño con grandes dificultades, vivo en un
país donde el presidente baja en auto en frente a una heladería común, centro
de encuentro de toda la clase media. Por alguna razón que desconozco, o que no
comprendo, al igual que en los países con billones y trillones de habitantes,
en mi pequeño país, tampoco podemos contactarnos de forma directa y eficaz con
nuestros Jerarcas.
Sufrimos con la violencia, con el desempleo, con la
desocupación, como casi todos los países del mundo, pero con una diferencia, la
reducida cantidad de ciudadanos de Uruguay debería hacer más accesible su
administración, de alguna manera incomprensible para mi, no es lo que vemos
gobierno tras gobierno.
Tenemos una larga tradición de gobiernos de derecha,
superada ya a dos elecciones, esperamos cambios, vemos intentos, pero no vemos
logros. Creo yo, que hay un error fundamental, y no es un tema partidario, es
cuestión de visión. El Uruguay se jacta de una educación democrática, donde los
estudios o el acceso a ello son gratuitos. Niños ricos y pobres pueden acceder
a la escuela pública de la misma manera, creen que dar el mismo trato a niños
de diferente clases sociales es darles igualdad; pero yo discrepo rotundamente
con este punto de vista. No creo que un niño que debe levantarse a las seis de
la mañana para trabajar con su padre, luego ir a la escuela cansado, que va a
salir de ahí y seguir trabajando; tenga las mismas condiciones que un niño que
se levanta a las ocho de la mañana, descansado, desayuna como corresponde,
frecuenta la escuela con la disposición necesaria y tiene tiempo de jugar y
estudiar cuando está en su casa. La vitalidad, la condición psicológica de
estos niños es totalmente distinta, y eso debe ser prevenido por el sistema
educativo de mi país.
La educación no suele ser un problema considerado por los
gobiernos uruguayos porque creen que es algo que ya está superado, y ven los
números bajando, el nivel de conocimiento de la población; los adolescentes
saben cada vez menos de matemáticas, historia, inclusive cultura en general, no
reconocen en muchos casos reconocidos autores uruguayos o latinoamericanos como
Horacio Quiroga o Ruben Darío, mis antiguos compañeros en sexto del liceo no
sabían reconocer un triángulo equilátero y un profesor mío de matemáticas en
medio a una discusión me pregunto la raíz cuadrada de veinticinco creyendo que
yo no sabría responder, porque mis pares en aquel entonces generalmente no lo sabían.
La educación declina, y los gobernantes, los ministros
buscan problemas en las calles, los activistas cuestionan la baja en la ley de
imputabilidad, las organizaciones sociales piden que se reduzca la
discriminación, vemos marchas y movilizaciones por el reconocimiento del
homosexual como un ciudadano común, pero se olvida que la base para el
entendimiento político en una sociedad es la educación. Casi todos los niños de
Uruguay tienen computadoras nuevas, es un importante gasto del recurso
económico de nuestros ministerios, recaudado con nuestros impuestos, pero
olvidan que una gran parte de estos niños, como pasa en mi pueblo natal, no
accederán a otro tipo de tecnología, regalan un juguete, pero no la posibilidad
de desarrollo después de conocerlo.
En fin, defiendo que nosotros, uruguayos, comencemos a poner
más atención en esa desigualdad, la de formación, que se arrastra desde las
escuelas hasta las facultades, mientras ignoramos el problema raíz mirando la
prensa amarillista que solo sabe mostrar asaltos y asesinatos para llamar la
atención y lucrar con ello. Seamos ciudadanos más conscientes.