MI FACULTAD ES HERMOSA
No olvido el primer día que pisé mi facultad, para inscribirme; el predio era horrible, viejo, sucio también. Los primeros días de estudio tuve conciencia que era la peor, los teóricos del primer ciclo tenían tanta gente que te sentías cocinado con los calores de fines de verano; pero te cocinabas antes de los teóricos, en la espera, porque tenías que llegar una hora antes para conseguir un banco libre.
El año fue transcurriendo, descubrí que las clases en esos teóricos son dadas por profesores que no sólo enseñan a ser psicólogos, sino que enseñan a ser gente, ciudadanos. Nos incentivan a ver las cosas de un ángulo que ni siempre es recto como el de los demás. Y enseñan que la verdad a veces se esconde en los errores.
Hermoso lugar es el que vine a estudiar, son lindas las plantas, las que nos posibilitan una pizca de naturaleza en medio a tanta ciudad; el árbol de mandarina -sabrosas mandarinas- que me divirtieron con amigos, y seamos sinceros, les quitó mucha hambre y ansiedad (porque son golosos); y las flores, llegó la primavera y las flores adornan el lugar obligándonos a sentirnos privilegiados por estudiar en un ligar que alguien llamó “prostíbulo del saber”; te obligan a admirarlas y a pensar lo linda que es mi facultad.
La frase del “prostíbulo” es de un monólogo que interpreta uno de los compañeros de mi taller de teatro; sí, porque en mi facultad hay un taller intergremial de teatro; lo que me permite sentirme más vivo todos los días, el arte siempre ha sido mi vida, y gracias a mi facultad lo tengo más próximo, y me acompañan personas extraordinarias, simpáticas, grandes seres, excelentes actores, directores, escritores. El arte, mi vida, alcanza uno de sus anticlímax con ellos, en el taller de teatro de mi facultad.
Sobre lo que dije al principio, bueno, la están arreglando, y la verdad, la han limpiado periódicamente desde antes que empezaran las clases.
¿Qué más puedo decir?... Es hermosa mi facultad.